Árboles de San Zadornil


Trema el chopo dulcemente en la brisa de Septiembre mientras el arroyo duerme, y sueño con llantos. El hayedo danza un suave y silencioso baile de sombras y luces extraterrenas. 

Obedezco en el camino a los viejos

castaños cubiertos de musgo, que susurran a mi paso  "tócame", "abrázame".

Hay también árboles muertos que, llenos de vida un día, olvidaron nidos y cantos, destruidos por termitas, hongos y desastres. Nadie los supo cuidar. 

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